Inspirada en el vuelo de las aves, la conquista del aire es uno de los retos que más largamente han acompañado a los seres humanos. Parecería, por tanto, que cualquier avance en este sentido fue interpretado como un éxito de modo unánime y universal. Sin embargo, los éxitos y fracasos no son hechos aislados y despersonalizados. En muchos casos, son únicamente comprensibles gracias a las estructuras sociales y el contexto cultural en que se inscriben: las diferencias de clase, las creencias religiosas y el acceso a una información acertada y actualizada pueden alterar notablemente la interpretación de un mismo suceso.
Para ilustrar esta cuestión podemos examinar los acontecimientos que tuvieron lugar en París y en la cercana población de Gonesse el 27 de agosto de 1783, entre las cinco y las seis menos cuarto de la tarde. A las cinco, el globo creado por Jacques Alexandre César Charles y los hermanos Robert se elevó ante una multitud de espectadores en París. Sus reacciones fueron una mezcla de terror, asombro y alegría. Para un grupo de esos observadores, el ascenso de este y otros globos de hidrógeno era sin duda una experiencia exitosa, que demostraba y reforzaba su confianza en el progreso y en las capacidades técnicas de los humanos.
A las seis menos cuarto, los habitantes de la pequeña población de Gonesse, representados en este grabado se enfrentaron con algo irreconocible. De acuerdo con la leyenda de la imagen, los instigadores del terror de los habitantes de Gonesse fueron dos monjes, que identificaron el extraño objeto como “la piel de un animal monstruoso”. Fue necesaria la intervención del cura del pueblo para calmar los asustados ánimos de los campesinos, que atacaban el cadáver con horcas, mayales y piedras. El episodio acabó con el arrastre de los restos del globo atados a la cola de un caballo. La escena —sin duda estereotipada— simboliza el fracaso en la interpretación del artefacto volador. Clases bajas, hábitat rural y estamento religioso se asocian para convertir la experiencia científica y el espectáculo urbano diseñado por Charles en un episodio que refuerza los patrones de creencias irracionales y supersticiosas. No obstante, este grabado también muestra, involuntariamente, la buena salud de las estructuras de autodefensa, la organización de la comunidad y la estabilidad de la jerarquía que permite una interpretación autorizada de lo sobrenatural o lo maravilloso.
Ese mismo año de 1783, y tras conocer la reacción de los campesinos de Gonesse, las autoridades francesas publicaron un panfleto con el objetivo de aclarar el significado de estos globos aerostáticos. La explicación era urgente, pues el 19 de septiembre se preparaba en Versalles una nueva demostración por parte de los pioneros hermanos Montgolfier. En aquel globo volarían, por primera vez, un asno, un gallo, un cordero y un pato. En aquella advertencia publicada por las autoridades se aseguraba a los posibles espectadores que estas máquinas compuestas de tela y tafetán “no pueden causar ningún mal”. Curiosamente, el texto añadía también un nuevo punto de vista sobre estas primeras experiencias. Los globos no eran descritos como un éxito rotundo, sino que simplemente se confiaba en su futura utilidad. Sobre la máquina se dice: “de la cual debe presumirse que algún día se harán aplicaciones útiles a las necesidades de la sociedad”. En definitiva, para juzgar la experiencia de los primeros globos aerostáticos, su carácter de éxito, fracaso o progreso, necesitamos ayudarnos de la historia. Al multiplicar los puntos de vista de los participantes en estas experiencias obtenemos una lectura más comprensiva de un episodio que, en el fondo, expresa las tensiones asociadas a los profundos cambios sociales a fines del siglo XVIII.
Para saber más:
- Charles Gillispie, The Montgolfier brothers and the invention of aviation, 1783-1784,Princeton, Princeton University Press, 1983.
- Michael R. Lynn, The sublime invention: ballooning in Europe, 1783-1820, Londres, Pickering & Chatto, 2010.
- Avertissement au peuple sur l’enlevement des ballons ou globes en l’air, París, Viuda de Herissant, 3 de Septiembre de 1783.
Saúl Martínez Bermejo